MBR Administradores y Servicios, y olvídate de los problemas con tus vecinos

Este año me ha tocado a mí ser la presidente de la comunidad de vecinos en el piso que tengo en Alcalá de Henares y creo que he tomado una decisión que todos me agradecerán y que nos va a ayudar a rompernos menos la cabeza: contratar una empresa administradora de fincas. En mi caso he optado por MBR Administradores y Servicios porque una de las compañeras del trabajo me habló muy bien de ella y yo estoy en Madrid por cuestiones de empleo, así que no tenía referencias de ninguna en particular. Y lo cierto es que nos está funcionando muy bien. También trabaja en más lugares de la Comunidad de Madrid, por si alguno os interesa contratar sus servicios, que estoy segura de que sí porque lo más probable es que os hayáis visto envueltos en alguna de las situaciones que os voy a contar.

En mi caso yo llegué al colmo del hartazgo por los temas del garaje. Nosotros vivimos en una casa de protección oficial donde las plazas de garaje vienen con la casa, son inseparables. Es decir, que la que te ha tocado por construcción es la tuya y ni la puedes cambiar a un vecino ni venderla por separado del piso. Pues bien, por la distribución de las paredes del edificio, como supongo que ocurrirá en todos, no son iguales, y las hay mejores que otras. Nosotros en concreto tenemos un vecino que tiene una gran pericia y dos coches, uno grande y otro pequeño, de forma que es capaz de colocar ambos dentro de su plaza, sin salirse para nada de la línea marcada en la construcción. Esto parece que genera envidias entre algunos vecinos, que solo pueden meter un coche dentro de su espacio y me llegaban quejas día tras día.

Otra de ellas muy graciosa ha sido la de una vecina que tiene una hija con coche viviendo en otra ciudad, donde estudia, y que viene muy de vez en cuando. Pues en una de estas ocasiones en que apareció por casa fue a guardar el vehículo y se encontró con que su plaza era más pequeña. Parece que lo que cuento es de chiste, pero es la pura realidad. El vecino de al lado se había comprado un coche más grande que el que tenía, no le cabía en la plaza original, y decidió, con nocturnidad y alevosía, por su cuenta y riesgo, bajar una noche al garaje y pintar la raya donde mejor le convenía, aun a sabiendas de que se sigue viendo la antigua, aunque no tan blanca y reluciente.

Esto fue en el garaje. Pero es que dentro del edificio había quien se quejaba porque un vecino tenía perro y pese a vivir en un quinto quería que el perro no subiese por el ascensor con su dueño, sino por las escaleras para que no quedasen pelos u olor en el ascensor. Teníamos otras vecina que le daba por llenarnos el descansillo de plantas que estaban siempre llenas de mosquitos, razón por la que no estaban contentos los vecinos de enfrente. Una de las hijas de mi vecino de abajo se traía a sus amigas al portal para estar de charla a la salida del colegio y generaban un ruido insoportable, por no compararlo ya con las fiestas que teníamos en un piso de alquiler donde debían de vivir al menos seis estudiantes.

Pues bien, harta de perder el tiempo escuchando a los vecinos. Y, por qué no decirlo, de que me interrumpiesen en mi intimidad, cuando estaba en pijama en casa y venían a trasladarme las quejas, empecé a plantearme la opción de contratar un administrador de fincas y ha sido lo mejor que he hecho y algo de lo que beneficiarán los que me sustituyan en el cargo.

Hay que pagar un poco más, está claro, pero al ser tantos vecinos es algo que no se nota. De hecho, no he subido para nada la cuota de los gastos de la comunidad, porque desde siempre habíamos estado aportando de más por si surgía alguna contingencia o derrama, e incluso así seguimos ahorrando.

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Y esta empresa se ha encargado de elaborar unas normas de convivencia que hemos aprobado entre todos y que han de ser cumplidas. Es más, cada vez que alguien tiene un problema puede llamar a un teléfono que han puesto a nuestro disposición y la labor del presidente es de prácticamente mera representación y relación con esta empresa.

Es una práctica que le recomiendo a todo el mundo, especialmente a aquellas personas con un espíritu pragmático como el mío.